En 1900, el cemento se empleaba en nuestro país como materia prima en la fabricación de mosaicos y solo con mortero, para tapar los techos de bóveda catalana, de madera y tejamanil.
Este material no se producía entonces en México, por lo que tenía que ser importado de Europa; en aquella época se hicieron los primeros intentos por producir cemento utilizando hornos verticales. El primero de ellos en Santiago Tlatelolco y otro en Dublán, Hidalgo. Sin embargo, ambos intentos no dieron resultados.